Busco emociones contándoles mis historias, las que me cuentan y las que imagino.

03 septiembre, 2011

"Hasta que lo Pierdes" IX

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Tras la respuesta negativa de Luisiana, Renzo Bonelli acabó la conversación sonriendo en señal de tomárselo de la mejor manera, asegurando también que no cambiaría su cariño ni su generosa amistad. Siguió su camino convencido de no poder hacer algo más, una ligera sensación de poder ver mas allá de lo evidente le decía que Luisiana estaba poseída por un amor extraño y profundo por quien, a pesar de haberla tratado de mala manera, le causaba ese enorme sentimiento. Esas ironías de la vida, donde el sentido común es lo que menos sucede. Quizá era algo natural e inevitable ese tipo de cosas. Renzo no volvería a conocer a alguien como Luisiana por mucho tiempo, pero fue ella ya un recuerdo para cuando empezó a tener interés por la hermana de su amiga más cercana, pero no era su deseo comprometerse en lo absoluto. Quería él disfrutar sanamente su libertad, conocer a más chicas. Salía muy seguido y sin tomar la iniciativa conoció ciertamente a muchas. Con dos de ellas compartió besos inocentes que no terminaron en tocamiento ni mucho menos en sexo.

27 agosto, 2011

"Hasta que lo pierdes" Capítulo VIII

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La noche estaba más fría de lo que Gonzalo esperaba. Un aire frío y húmedo le transitaba desde las piernas y transcurría por todo su cuerpo; un frío que serpenteaba por el abdomen y mordía profundo hasta la orilla de su resentimiento. Ni el cuerpo de Valeria, junto al suyo, mitigaba aquél castigo. No se habían relacionado sexualmente, para sorpresa de ella, quien premeditadamente lo llevó a su casa, aprovechando que la familia se tomaba un pequeño viaje al sur y la casa estaba a su gobierno.  Apenas, departieron algunos besos y cariños, pero también ratos de incomodidad y sequedad. Cuando Gonzalo reaccionó, varios minutos después, se acomodó a un extremo de la Queens Size y observó detenidamente su rededor, mudo. Valeria tocaba sueño.

13 diciembre, 2010

"Hasta que lo Pierdes" VII

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Luisiana, con llaves en mano, no tuvo otra salida más que aceptar escucharlo.
   ¡Qué susto que me das! –vociferó ella– ¿No podías avisarme que venías?
   ¿De qué forma?, si has estado evitándome todos estos días. Tenemos que hablar. Ya dejémonos de tantas cosas, Luisiana. Hablemos de una vez.
   ¿Qué sucede Gonzalo? No hay mucho de qué hablar. Te dije que ya lo nuestro no daba para más –dijo ella con tono calmada dando muestra de que ahora sí estaba dispuesta a escucharlo.